Cuando la infancia se llena de skincare, de cosmética, filtros y nombres impronunciables… algo no va bien.
El boom del skincare infantil en redes
Cada vez es más común ver niñas de 8, 9 o 10 años siguiendo rutinas de cuidado facial dignas de una esteticista profesional. Que si el limpiador en espuma, que si el tónico con niacinamida, que si el sérum con retinol!!! Todo bien documentado en TikTok o Instagram, claro.
La pregunta es: por qué???
Una industria que no perdona edades
El marketing cosmético ha encontrado en las redes sociales y en la presión estética un caldo de cultivo perfecto para hacer negocio. Y lo está haciendo a costa de la salud de la piel infantil y de su autoestima.
Las marcas han entendido que cuanto antes entren en la vida de las personas, más fieles serán a sus productos. Y si pueden convertir la inseguridad en necesidad, ya tienen media venta hecha. En lugar de jugar al escondite, muchas niñas pasan la tarde viendo reviews de cremas para los poros o mascarillas con efectos «detox».
La piel infantil no está preparada
La piel de una niña no necesita todo eso. De hecho, puede ser muy perjudicial. Su barrera cutánea está en pleno desarrollo. Es mucho más fina, permeable y sensible que la de un adulto. Cualquier ingrediente agresivo, perfume sintético o conservante fuerte puede causar irritaciones, alergias o desequilibrios.
Hay casos ya documentados de dermatitis, brotes de acné o sensibilidad extrema causados por el uso precoz de activos potentes como el ácido salicílico o el retinol. Ingredientes pensados para tratar pieles maduras o con problemas específicos, no para una piel sana y en desarrollo.
Esto no va (solo) de piel
Pero esto no va solo de piel. Va de mensajes. De asociar belleza a rendimiento, de aprender desde pequeñas que hay que «hacer» algo con tu cara, con tu cuerpo, para ser suficiente. De normalizar que hay algo que corregir.
Cuando una niña se acostumbra a mirarse con filtro, a compararse con influencers de 25 años y a sentir que su cara «natural» no es suficiente, estamos creando un problema que no se arregla con una crema. Se arregla con presencia, con educación emocional y con referentes diferentes.
Otra forma de autocuidado es posible
Lo que necesitamos no es más skincare. Es más tierra. Más juego. Más plantas. Más infancia.
En lugar de rutinas de belleza, podríamos ofrecer momentos sensoriales. Un jabón hecho con flores del bosque. Un aceite suave con caléndula para masajearse el vientre cuando duele. Una infusión calentita para aprender a escuchar el cuerpo.
También podemos hablar de cuidado desde otros lugares: qué alimentos ayudan a sentirse bien, cómo gestionar emociones a través del cuerpo, cuáles son las plantas amigas que calman, que animan, que acompañan.
Cuidar(se) desde el respeto
Autocuidado, sí. Pero no desde la exigencia ni la corrección. Desde el respeto, la escucha, la ternura.
Porque cuidar(se) no debería ser una tarea. Debería ser un juego, un vínculo, un placer. Una manera de habitar el cuerpo sin juicios, sin miedo, sin comparaciones.
Y porque no, no necesitas 7 potingues con nombres impronunciables. Y mucho menos si tienes 9 años.
Lo que sí necesitas es tiempo.
Aire libre.
Tierra bajo las uñas.
Rato para aburrirte.
Y alguien que te mire y te diga: así, tal como eres, estás perfecta.
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